Samstag, 27. März 2010

Lo que se pinta no es la pintura: el arte de Jabi Machado


Bruno LeMieux-Ruibal

La figuración de Jabi Machado es única en el arte contemporáneo y moderno. Ni siquiera el surrealismo característico de Magritte se acerca al mundo fantástico de Machado, en el que platillos volantes, rosquillas verdes, niños con cajas por cabezas, astronautas y una variedad de criaturas extrañas comparten la escena rodeados de una paleta casi chillona de verdes llamativos, azules y rojos que cualquier otro artista probablemente sería incapaz de dominar. Y aun así el pincel de Machado está siempre, a pesar de la audacia, conscientemente bajo control. Aunque la imaginación vuela libre, la obra final converge con precisión y fluidez, cada elemento en una unión casi perfecta y cubierta de un humor extraño e indescifrable que no obstante nos hace sonreír.

Autodidacta, hecho a sí mismo e interesado en una multitud de medios y formas artísticas, la de Machado es una práctica firmemente enraizada en la historia y el análisis de la pintura. En sus imágenes hay un poco de Lucian Freud y su humanidad exagerada y casi embarazosa, algo del color y distorsiones de Francis Bacon, un toque americano que conecta a Machado con la soledad y el existencialismo de los pueblos vacíos de Edward Hopper y mucho del último y controvertido Picasso en la adoración por la figura y la libertad de color. De la ola más reciente de pintura figurativa, el artista admite el peso de Neo Rauch, cuyo célebre y enigmático mundo interior y poderoso uso del color son tan misteriosos como los de Machado.

El artista comparte con Francis Bacon no el drama de la figura humana, la cual es generalmente alegre en Machado, sino un interés y afinidad con los grandes maestros españoles, Velázquez y Goya, en cuya compañía mira a la tradición española del retrato, la figuración y el folklore evitando con habilidad la trampa de lo kitsch o el cebo de la nostalgia.

La imaginación de Machado y la pincelada que la lleva a un estado pictórico tienen la capacidad de transformar una escena urbana banal en un paisaje de otro mundo: puede que hayamos visto o incluso estado con él en esa misma esquina de la calle, pero en el lienzo de Machado un velado misterio cae sobre la imagen, dejándola casi cerrada a la interpretación pero infinitamente abierta a la evocación. De ahí la belleza y fuerza de su arte.

Aunque Machado es conocido por representar la cultura andaluza, el artista ha ido progresivamente más allá de las bailarinas de flamenco y los toreros que durante mucho tiempo definieron y limitaron su arte. La suya es ahora una práctica definitiva y resueltamente cosmopolita, una mezcla de temas e influencias envueltos en un mundo personal y único. Imaginación y fantasía, a pesar de estar enraizadas en la realidad, imperan en el arte de Jabi Machado.

En cualquiera de sus pinturas podemos encontrar una carretera que recorrió en Islandia, un edificio que vio en Nueva York, un amigo que dejó en Sevilla, un fragmento escogido de otra obra y objetos e imágenes de los que quizá ni el propio artista conoce su origen; los pensamientos y obsesiones que impregnan su arte y su vida.

Bruno LeMieux-Ruibal. Crítico de Arte

(corresponsal revista "Lápiz" en Nueva York)

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